Por Maria Fernanda Gallego, Grado Décimo, Gimnasio Iragua.
Desde un comienzo un
libro nunca me llamo la atención, su portada, y sus páginas de infinitas letras
me llenaban la cabeza de aburrimiento y la verdad, de un desprecio total hacia
ellos. Con el paso de los años encontré un gusto definitivo, escribir. Escribir
me permitía conocerme a mí misma, y opinar sobre diversos temas y fue ahí cuando pensé ¿por qué no escribir
para mí?¿ por qué no escribir mis pensamientos e ideas a gran escala del cuento
ideal y poder leerlos después y así, si poder sentir un verdadero placer al
abrir las páginas de un libro?.
Preparada con mi nueva
meta de escribir para mí, me senté en una mesa con lápiz y papel a la mano,
trate de escribir la primera letra de mi gran escrito cuando me di cuenta de
que nada podía escribir. Me sentí frustrada,
triste, decepcionada… no sabía nada, todo eran temas populares, todo era
opinión, cosas que ya sabía y que si leía ya iba a saber el final. Mi idea
había fracasado.
Me di cuenta de que no
podía escribir, porque no había visto cómo lo hacían otros, me había cerrado a
un maravilloso mundo de ideas locas, de expresiones extrañas, de amores
eternos, de terror, de historia y
muchísimas cosas más. Estaba viviendo en un mundo vacío, sin ideas, superficial,
simplemente por miedo a perder mi tiempo en la lectura y que al final no dijera
nada, miedo a esos libros “gorditos” sin ilustraciones y los títulos poco
llamativos. Después de eso se me ocurrió empezar a leer un libro, de esos que
me daba pereza hasta voltear a mirar. Fue todo un sacrificio, pero mi pasión,
escribir, me lo ordenaba. Empecé a leer el libro con un título de palabras
vacías que juzgando a la vista no parecía lo suficiente para satisfacer mis
ideales y duras criticas. La primera página era un poco confusa, presentando
personajes y lugares, pero empecé a leer cada vez más y así me fui enganchando al
libro, no podía dejar de leer, sentía la necesidad, la angustia de saber lo que
iba a pasar después. Estuve sentada horas y horas hasta que mis ojos me
pidieron un descanso, era como tener una película en mi cabeza, era
definitivamente una nueva experiencia para mí.
Fue ahí Cuando me di
cuenta de la magia de los libros, esa emoción y necesidad de acabar el libro
era incomparable con alguna otra sensación. Cuando lo terminé sabía un poco
más, ya no sabía qué hacer, debía ocuparme otra vez. “Un entretenimiento propio
y único” fue entonces que fui leyendo
cada vez más, me fui enriqueciendo de cosas sobre las que podía escribir, me fui
entrenando en nuevas formas de escribir, de cómo debía ser un escrito, y de
cómo ordenar mis ideas. Pero lo más importante es que descubrí que no todo lo
bueno estaba en mi, descubrí que necesito de muchas ideas y opiniones, que no
tiene gracia escribir de mí para mí porque no tendría esa magia de encontrarse
con un maravilloso final. Escribir
necesita de la lectura puesto que esta nos enriquece para que nosotros después podamos expresar
nuestras locas ideas y darle color a un mundo que desde el comienzo fue pintado
en blanco y negro.